Sube corriendo las escaleras,
está cansado, lleva bastante tiempo persiguiendole. Esta es su última
oportunidad. Empuja la puerta con fuerza, entra rápidamente. No mira a ninguna
parte, va directo a la sección donde supone que va a estar. Para su sorpresa
ahí está, sentada en una silla de manera, le mira como si le estuviera
esperando. Cuando le ve dice:
-Creo que me estabas buscando,
¿me equivoco?- a continuación ríe.
Es ella, nadie más pronuncia la
letra ese como si fuera el silbido de una serpiente. Su desparpajo le pilla por
sorpresa, no se lo esperaba. Tampoco el hecho de que al final se haya dejado
atrapar. O, a lo mejor, es otro de sus jueguecitos. Entre largos jadeos, aún no
ha recuperado el aliento, alarga su mano como pidiendo que le acompañe. Ella
esboza una sonrisa pícara, se ha cansado de jugar por hoy.
Se levanta a la vez que se atusa
el vestido, luego mira divertida la mancha de café en un lado y las
salpicaduras en la camiseta de él. Sonríe. Luego le dice:
-¿Te apetece otro café?
Le lanza una mirada furibunda,
pero luego ríe. No puede resistirlo. Le pregunta:
-¿Dónde estabas?
-Aquí, sentada. ¿No lo has visto?
-Llevo buscándote toda la tarde.
-Me supongo.
-¿Sigues enfadada?
-No, sólo me divierto. Te mereces
que te castigue por maleducado.
Él resopla. En el fondo sabe cómo
salir de este atolladero pero no le apetece. Él también quiere castigarla un
poco, le ha hecho recorrerse media ciudad toda la tarde. Han pasado horas desde
que salió corriendo tirando el café al levantarse. Se mira las manchas en su
camiseta, igual que hizo ella antes.
-No soy maleducado, simplemente
soy sincero. ¿Te apetece otro café? Mejor cenamos, va siendo hora.
-Quizás me apetezca cenar
contigo. Quizás no. Y tú, ¿qué quieres?
-Puede ser que tenga hambre.
Puede ser que no.
-¿Juegas conmigo?
-Maybe... – se acaba de dar cuenta que esta conversación se puede
alargar hasta el infinito y hay cosas que hacer.
Ella le coge la mano suavemente y
le da un beso tierno en la mejilla.
-Eres incorregible.
-Eres maleducada. – está de broma
y lo demuestra con una mirada.
-Hay una pizzería en la esquina,
¿quieres cenar?
-Si no me tiras la comida encima
acepto.
Ella resopla, pero piensa que una
mancha de tomate haría juego con las manchas de café. Sonríe al instante. Él
empieza a pensar que teme cómo acabará la cena.
-Pues vamos, están a punto de
cerrar y tengo hambre.
Una mano le zarandea suavemente.
Cuando abre los ojos ve a una mujer con un gesto de crispación en el rostro:
-Señor, se ha quedado dormido. Estamos
cerrando. ¿Tendría la amabilidad de salir del edificio?
-Perdón, ¿qué sucede?
-¿Puede salir? Se quedó dormido
en la butaca y no le hemos visto hasta ahora.
Se despierta de repente, la mujer
con el vestido manchado es un sueño. Y él está solo y se ha quedado dormido.
Esa mujer le persigue en sueños. ¿Quién es? ¿Qué busca?
-Sí, sí. Perdone usted. ¿Sabe de
algún sitio para ir a cenar cerca?
-Hay una pizzería en la esquina.
–repite las mismas palabras que la mujer de sus sueños. Pero no pronuncia la
letra ese igual.
-Muchas gracias. Hasta luego.
-Perdone, se deja esto.- Y le
tiende un pañuelo femenino manchado de café. Cuando quiere preguntar de dónde
ha salido, la mujer ya ha desaparecido. Se dirige a la salida sin entender
nada.