viernes, 15 de marzo de 2013

El silencio de una mirada III



Aquí os traigo la última parte de la historia que he venido publicando estas dos semanas atrás. Espero que la disfrutéis.
Él se encontraba sumergido en aquel libro en el que se decía que si crees en los sueños estos se cumplen, su teléfono sonó y se marchó rápidamente olvidando por completo aquel mundo de fantasía, dejándolo en el banco en el que estaba sentado.

Ella que como cada tarde lo veía, decidió acercarse al banco y entonces vió el libro, tras mirar un poco el contenido de este, al final, había una frase manuscrita: “Ni el amor ni la guerra podrá cambiar lo que somos. Tan solo nosotros somos los dueños de nuestro destino. Atrévete.”

Fue entonces cuando ella decidió llevarse el libro a su casa, y allí, analizando más profundamente su contenido, vio que, entre las palabras del autor, él había escondido un número de teléfono. ¿Qué debo hacer?- se preguntó. Quizás, ese número era la llave que le permitiría conocer a aquel hombre en el que no paraba de pensar.

Llamó, apenas dudó un instante, y una voz cálida y entrecortada apareció al otro lado, era él. Quedaron al día siguiente, en el mismo lugar donde se conocieron, aquel parque que había cambiado sus vidas para siempre.

Eran las seis menos diez, en apenas diez minutos aparecería aquel hombre ante sus ojos, estaba nerviosa, un nudo parecía haber cerrado su estómago y su corazón palpitaba a gran velocidad. Se había arreglado más que nunca, sus ojos brillaban, a pesar de que aquel día era nublado, ella estaba iluminada. Transmitía felicidad, no era necesario más que mirarla para saber que esa sonrisa y ese brillo de ojos denotaba algo positivo.

Él llegaba puntual, entonces la vio, un escalofrío recorrió su cuerpo, tenía miedo, él no sabía si sería suficiente para aquella mujer que tan sólo había visto caminar entre la gente, le aterraba. Respiró profundamente, se armó de valor y se colocó frente a ella. Estaba nervioso, pero logró proponerle ir a tomar un café. En ese preciso instante, comenzó a llover, no se lo pensó dos veces.

Deslizó su mano por la cara de aquella preciosa mujer, apartó su pelo y dejó su mano reposando sobre el hombro de ella. La miró, los ojos de ambos brillaban, estaba apenas a dos centímetros. Una gota de agua recorría la cara de ella, utilizó su mano para secar aquella gota y se acercó lo suficiente como para que los labios de ambos se rozasen.

Cuando cruzó su mirada con la de él lo tuvo claro, ahora o nunca. Él pensó lo mismo. Y casi a la vez lo decidieron, ella se sorprendió por la suavidad de sus caricias que se oponía a la aspereza de su barba contra su cara. Él sintió la suavidad de su piel y su delicada colonia con un ligero aroma a fresa. Ambos se dejaron llevar, sentir y alimentarse a través del beso del otro. Entonces, él decidió acercarse un poco más para sentir mejor su cuerpo, colocó su mano sobre su cadera y la atrajo hacia sí; ella se sorprendió pero no opuso resistencia, estaba segura de que eso era lo correcto. Un segundo después ella decidió subir sus manos suavemente por su espalda hasta llegar a su pelo y enredar sus dedos en él para seguir disfrutando unos instantes más el roce de sus labios.

En esos momentos, no les importaba que la lluvia les empapase, ni lo que sucedía a su alrededor, estaban fundidos el uno con el otro, y eso era todo lo que necesitaban. El mundo era una simple manch alrededor. Cuando su beso terminó tras unos largos momentos, se miraron el uno al otro mientras él aspiraba el aroma de su pelo y ella reposaba la cabeza sobre su hombro y dejaba que la colonia de él le embriagase. Deshicieron su abrazo y se miraron a los ojos una vez más, para después abandonar el parque cogidos de la mano. Nunca más se dejaron escapar...

Fin

domingo, 10 de marzo de 2013

Un día más en el calendario, 8 de marzo



Pensaba subir entrada este jueves, pero lo fui dejando. Tampoco sabía muy bien qué subir, pero como anteayer fue el Día de la Mujer Trabajadora pues al final he decidido crear una entrada algo más personal y algunos la podrían calificar de “política” aunque sólo esté diciendo lo que pienso. Y, antes de que empecéis a leer decir que esta es una opinión personal, podéis sentiros de un millón de maneras respecto a ella y ninguna es incorrecta.

Anteayer me encontraba en twitter y veía que, tanto periódicos como personas más individuales, lanzaban especiales o felicitaban el día a todas esas mujeres que disfrutamos de los beneficios que obtuvieron otras mujeres a lo largo del siglo pasado. Sin embargo tuve una idea, si todos fuéramos “iguales” no se necesitarían días como este para recordarlo. Sin embargo, pese a que nunca podremos ser iguales debido a nuestra anatomía, sí que hay países donde las desigualdades son extremas y otros donde son casi inexistentes; mientras que en el medio aparecen toda una gama de matices.

También, mientras seguía leyendo los diversos tweets, otras cosas danzaban en mi cabeza. Entre ellas una charla que tuve con una amiga sobre el machismo en nuestra sociedad y otra conversación que mantuve con dos turcos respecto a este punto de machismo e igualdad. Mis conclusiones a estas dos conversaciones es que en los países mediterráneos muchos hombres si te ven en apuros se prestan a ayudarte lo cual no me parece que nos denigren, simplemente echan una mano como la podría echar yo a una persona que la necesita independientemente de su género. Aunque, siempre hay dos tipos de personas que dañan la búsqueda de la igualdad  y, estos son, el hombre que considera que una mujer es incapaz de hacer nada y la mujer que se cree invencible cuando, a todas luces, no puede realizar esa tarea que intenta.

Otro punto en el que pensé fue la educación. Una educación basada en la igualdad entre géneros es clave para que la sociedad camine por la senda correcta, aunque no hay que olvidar que en casa se enseñan unas ideas que pueden no ser las mismas que se inculcan en la escuela. A este respecto recuerdo un librito que me regalaron de pequeña sobre las diferencias entre chicos y chicas.

Ahora viene a mi memoria un punto interesante de ese libro, el de que un hombre puede realizar profesiones tradicionalmente atribuidas a las mujeres y viceversa. Exactamente, la niña preguntaba que por qué no había mujeres bombero o mujeres policía o camioneras; pero también existe la parte dónde el niño podría preguntar por qué no existen apenas azafatos, enfermeros o secretarios. Y en el libro se dice que eso había sido así durante mucho tiempo pero que las cosas empezaban a cambiar, y sí las cosas están cambiando y se ven más hombres y mujeres realizando esa clase de profesiones. Sin embargo, aún sigue habiendo muchas cosas que cambiar respecto a eso y quitar los estigmas y los prejuicios que abarcan a las personas que no realizan trabajos “acordes” a su género.

Voy a ir terminando ya que he dado mucho la lata por hoy. Pero no me voy sin antes dar las gracias a todas esas mujeres, anónimas o no, que lucharon y luchan cada día para que las siguientes generaciones vinieran o vengan a un mundo más igualitario.


martes, 5 de marzo de 2013

El silencio de una mirada II



Esta es la segunda parte del texto que publiqué hace una semana, espero que lo disfruteís:
Él, por el contrario, seguía tan frío e impasible como siempre, parecía y aparentaba ser de hielo. Un hielo que le cubría y hacía que fuese difícil adentrarse en lo más profundo de su ser, le llenaba de escarcha por completo. Pasaba los días inmerso en poesías, libros y más libros...a veces, también escribía pero nada de valor, consideraba que no era bueno y desechaba todo lo que redactaba. Salía a la calle a menudo, pero nunca se fijaba en la gente; simplemente los libros le ofrecían toda la compañía que necesitaba. Un día sentado en un banco, leyendo como de costumbre, una ráfaga de viento tiró de su mano el libro, y vio como una chica cruzaba la multitud apresuradamente...su figura era esbelta su pelo era mecido por el aire, y por un instante sus miradas se cruzaron y esos ojos azules, esa mirada... Aquello hizo que algo se moviese en su interior, no podía no saber nada de aquella mujer.

Como cada día, siguiendo su rutina, la joven volvió a recorrer el parque de camino al trabajo. Pero esta vez con más calma y mirando cada rostro. De repente, un chico se levantó a recoger un libro del suelo y al levantarse sus ojos negros, como un pozo sin fondo, se cruzaron. Ella, incrédula, no daba crédito a que volviera a tener a ese chico ante sus ojos. Por eso, viendo que el destino le brindaba una segunda oportunidad, decidió darse una oportunidad y tratar de conocer a ese misterioso chico, pero no sabía ni por dónde empezar.

Al día siguiente, volvió a ver a aquella joven, mas no se atrevió a decirle nada. Demasiada vergüenza. Pensó que quizás con una nota que se cruzase en su camino o un encuentro fortuito, algo que le ayudase a conocer más acerca de ella... quizá pudiese perderse en la inmensidad de aquellos ojos. Quizá pudiera saber que ocultaba tras ellos. Era muy complicado, no estaba muy habituado a esta clase de situaciones.

Por el contrario, ella no era capaz de concentrarse en nada más que en ese chico. Sentía que algo había cambiado en ese intercambio de miradas y que algo más iba a cambiar. Y era por esto por lo que no paraba de consultar el reloj mientras revisaba facturas y albaranes sentada detrás de la mesa metálica de su oficina. Ése era su trabajo vivir entre papeles llenos de números y hacer cuentas y más cuentas; no había cabida para otra cosa. Aunque, tarde o temprano, todo cambiaría. Otro tipo de papel con otra clase de contenido había alterado el orden de su mundo.
Continuará...

viernes, 1 de marzo de 2013

Copenhague

Hace una semana, más o menos, hice las maletas y me fui de turismo a Copenhague, Riga y Tallin. Así que redactará una breve, al menos intentaré que lo sea, opinión de cada ciudad. Aquí comienza la de Copenhague.

Lo primero que te imaginas de Copenhague es, básicamente, la Sirenita y, si ahondas un poco más, Andersen y Tívoli o la Carlsberg Glyptotek. Sin embargo, después de tres días acabas sabiendo que Copenhague es más, mucho más que eso.

Copenhague es, también, la capital de un antiguo imperio, slots (palacios), judíos, diseño, modernidad, reyes llamados Christian y Frederik, museets (museos), kirkes (iglesias), y la Rundetaarn (Torre Redonda).

Aunque parezcan muchas cosas sobra con tres días, cuatro si es con calma, para conocerla perfectamente. Aun así, no recomiendo ir con un lunes en medio porque es el día en que cierran casi todos los museos y castillos; y mejor a partir de marzo con mejor clima y con sitios que abren sólo en verano. Y, por eso, tuve que dedicar mi lunes a ver iglesias, parques y la Sirenita, más pequeña de lo que me esperaba.

En la maleta recomiendo llevar una cámara de fotos bien cargada porque cada esquina y cada edificio ofrecen grandes posibilidades y ganas de pasear. Tampoco me puedo olvidar de las ganas de descubrir la historia de una ciudad que, a ratos, parece transportarte al siglo XVIII; y cambiar el concepto de precio estudiante, Copenhague es una ciudad escandinava y eso suele ser sinónimo de caro.
Finalmente, lo que más me impresionó fueron la Carlsberg Glyptotek por su colección y el edificio en sí; y la Sirenita pese a que en parte fuera una decepción porque no me esperaba que fuera tan pequeña. Entre otras cosas, también la Rundetaarn debido a que para subir hasta arriba hay una cuesta y no escalera; y la Iglesia de Mármol que me recordó a una mezcla entre el Panteón en Roma y a San Pedro en el Vaticano. Aunque, ahora que recuerdo, en Copenhague el metro no tiene conductor y eso sorprende.