Con
este texto que viene a continuación comienzo una serie de cuatro posts que iré
publicando en diferentes días. Todos ellos son parte de una misma historia que
escribí con un amigo, el cual también lleva un blog;
sin embargo, no he querido ponerla completamente porque me pareció
demasiado larga para un solo post.
Aquella tarde, deambulaba por el parque inmerso en su libro de poesía.
Estaba sujetando el libro con la mano izquierda, leía mientras caminaba sin
preocuparse de la gente que le rodeaba. Era alto, con barba de cuatro días,
aspecto desaliñado y le rodeaba un halo de misterio. Llevaba unos vaqueros de
color negro y una camisa a juego. Las mangas, recogidas a la altura de los
codos, dejaban ver sus brazos desnudos y le permitían un mínimo contacto humano
pese a su abstracción del mundo exterior.
Ella, como siempre apresurada, apenas se arreglaba porque lo consideraba
una pérdida de tiempo, pero unos ojos azules y una gran sonrisa maquillaban
siempre su precioso rostro. No se preocupaba demasiado por su pelo, lo solía
llevar suelto y era tan indomable como ella, aunque tratara de recogerlo de mil
formas. Vestía aquel día un bonito conjunto veraniego de color azul, y la
correa de la bandolera permitía apreciar e intuir sus formas femeninas. Y,
según su rutina de cada tarde, cruzaba aquel parque rápidamente de camino al
trabajo.
Aquella tarde, algo extraño sucedió, dos manos extrañas se rozaron entre la
multitud, fue casi imperceptible, apenas un segundo, pero estuvo lleno de magia
y energía. Cuando ella quiso volver la cabeza para poder ver a la persona con
la que había rozado su mano... él ya se había perdido entre la multitud...
Ella, después de perderle entre en la gente, se dijo que sería un calambre sin
importancia y que debía dejar de comportarse como una chiquilla; él, en cambio,
no sintió nada más que la poesía reverberando y empapando cada esquina de su
cerebro.
Sin embargo, la rebeldía de la chica no le permitió dejar las cosas
tranquilas y decidió que aquello no había sido un calambre ni nada por el
estilo. Eso había sido una pequeña descarga de magia porque había conectado con
alguien, pero ese alguien parecía un hombre invisible que se camuflaba entre la
gente. Aun así, era demasiado joven como para tirar la toalla y decidió acudir
otra vez al parque y seguir esa ruta alternativa por si acaso le encontraba. No
obstante, se negaba a asumir que sus esperanzas eran nulas, muy escasas. Pero
no sabía que la magia y el destino le deparaba una sorpresa.
Continuará...