martes, 5 de marzo de 2013

El silencio de una mirada II



Esta es la segunda parte del texto que publiqué hace una semana, espero que lo disfruteís:
Él, por el contrario, seguía tan frío e impasible como siempre, parecía y aparentaba ser de hielo. Un hielo que le cubría y hacía que fuese difícil adentrarse en lo más profundo de su ser, le llenaba de escarcha por completo. Pasaba los días inmerso en poesías, libros y más libros...a veces, también escribía pero nada de valor, consideraba que no era bueno y desechaba todo lo que redactaba. Salía a la calle a menudo, pero nunca se fijaba en la gente; simplemente los libros le ofrecían toda la compañía que necesitaba. Un día sentado en un banco, leyendo como de costumbre, una ráfaga de viento tiró de su mano el libro, y vio como una chica cruzaba la multitud apresuradamente...su figura era esbelta su pelo era mecido por el aire, y por un instante sus miradas se cruzaron y esos ojos azules, esa mirada... Aquello hizo que algo se moviese en su interior, no podía no saber nada de aquella mujer.

Como cada día, siguiendo su rutina, la joven volvió a recorrer el parque de camino al trabajo. Pero esta vez con más calma y mirando cada rostro. De repente, un chico se levantó a recoger un libro del suelo y al levantarse sus ojos negros, como un pozo sin fondo, se cruzaron. Ella, incrédula, no daba crédito a que volviera a tener a ese chico ante sus ojos. Por eso, viendo que el destino le brindaba una segunda oportunidad, decidió darse una oportunidad y tratar de conocer a ese misterioso chico, pero no sabía ni por dónde empezar.

Al día siguiente, volvió a ver a aquella joven, mas no se atrevió a decirle nada. Demasiada vergüenza. Pensó que quizás con una nota que se cruzase en su camino o un encuentro fortuito, algo que le ayudase a conocer más acerca de ella... quizá pudiese perderse en la inmensidad de aquellos ojos. Quizá pudiera saber que ocultaba tras ellos. Era muy complicado, no estaba muy habituado a esta clase de situaciones.

Por el contrario, ella no era capaz de concentrarse en nada más que en ese chico. Sentía que algo había cambiado en ese intercambio de miradas y que algo más iba a cambiar. Y era por esto por lo que no paraba de consultar el reloj mientras revisaba facturas y albaranes sentada detrás de la mesa metálica de su oficina. Ése era su trabajo vivir entre papeles llenos de números y hacer cuentas y más cuentas; no había cabida para otra cosa. Aunque, tarde o temprano, todo cambiaría. Otro tipo de papel con otra clase de contenido había alterado el orden de su mundo.
Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario