Hace
una semana, más o menos, hice las maletas y me fui de turismo a Copenhague,
Riga y Tallin. Así que redactará una breve, al menos intentaré que lo sea,
opinión de cada ciudad. Aquí comienza la de Copenhague.
Lo
primero que te imaginas de Copenhague es, básicamente, la Sirenita y, si
ahondas un poco más, Andersen y Tívoli o la
Carlsberg Glyptotek. Sin embargo, después de tres días acabas sabiendo que
Copenhague es más, mucho más que eso.
Copenhague
es, también, la capital de un antiguo imperio, slots (palacios), judíos, diseño, modernidad, reyes llamados Christian
y Frederik, museets (museos), kirkes (iglesias), y la Rundetaarn (Torre Redonda).
Aunque
parezcan muchas cosas sobra con tres días, cuatro si es con calma, para
conocerla perfectamente. Aun así, no recomiendo ir con un lunes en medio porque
es el día en que cierran casi todos los museos y castillos; y mejor a partir de
marzo con mejor clima y con sitios que abren sólo en verano. Y, por eso, tuve
que dedicar mi lunes a ver iglesias, parques y la Sirenita, más pequeña de lo
que me esperaba.
En
la maleta recomiendo llevar una cámara de fotos bien cargada porque cada
esquina y cada edificio ofrecen grandes posibilidades y ganas de pasear.
Tampoco me puedo olvidar de las ganas de descubrir la historia de una ciudad
que, a ratos, parece transportarte al siglo XVIII; y cambiar el concepto de
precio estudiante, Copenhague es una ciudad escandinava y eso suele ser
sinónimo de caro.
Finalmente, lo que más me impresionó fueron la Carlsberg Glyptotek por su colección y el edificio en sí; y la Sirenita pese a que en parte fuera una decepción porque no me esperaba que fuera tan pequeña. Entre otras cosas, también la Rundetaarn debido a que para subir hasta arriba hay una cuesta y no escalera; y la Iglesia de Mármol que me recordó a una mezcla entre el Panteón en Roma y a San Pedro en el Vaticano. Aunque, ahora que recuerdo, en Copenhague el metro no tiene conductor y eso sorprende.
Finalmente, lo que más me impresionó fueron la Carlsberg Glyptotek por su colección y el edificio en sí; y la Sirenita pese a que en parte fuera una decepción porque no me esperaba que fuera tan pequeña. Entre otras cosas, también la Rundetaarn debido a que para subir hasta arriba hay una cuesta y no escalera; y la Iglesia de Mármol que me recordó a una mezcla entre el Panteón en Roma y a San Pedro en el Vaticano. Aunque, ahora que recuerdo, en Copenhague el metro no tiene conductor y eso sorprende.
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