Un golpe seco, eso le despertó. ¿Qué
había sido ese ruido? Bah, se dijo, déjate de películas, seguro que han sido
los gatos. Malditos bichos, a ver cuándo se los llevaban de una vez. Se volvió
a dormir, pero no pudo. Ahora era el teléfono, parecía que el universo
confabulaba para no dejarle descansar.
Se levantó a tientas y lo cogió,
¿desde cuándo pesaba tanto el cacharro ese? Al otro lado pudo percibir la voz
de Ezio, habían pasado meses desde que contactaron por última vez. Y nunca
llamaba si no era por una razón de peso, escuchó tranquilamente. Al menos
merecía la pena la llamada. Ezio le dijo en pocas palabras que si podían verse
mañana para dar una vuelta a mediodía. Ella le dijo que por supuesto que sí, no
lo dudaba.
Al día siguiente se reunió con él
como una turista más en el centro de la ciudad. Ambos eran italianos que
escaparon por poco y se asentaron en España, y ambos habían caído de casualidad
en ese submundo. Una vida paralela donde todo estaba mezclado; pero muy claro,
casi demasiado. Hoy, en esa calurosa mañana de agosto, Ezio le trajo un papel
con unos nombres y unos sitios. Sólo le dijo tres palabras, su clave: “Cerca e trova”.
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