Tengo cáncer. Sí, suena duro decirlo, pero es aún más duro, que la persona más importante de tu vida, no tenga ni la más remota idea de que tu final está cerca, más cerca de lo que imaginas. Puede que pasen días, semanas o meses, pero pronto acabará todo, ya no hay más remedio, no hay solución. Mientras escribo esto, oigo su risa, no para de reír, está viendo una película.
Creo que esto, hoy, termina aquí. Ella ya
se está acercando, no puede saber nada de esto, lo descubrirá cuando ya sea
inevitable. No puedo hacer que cargue con mi cruz, no puede dejar de vivir por
mí.
La conocí cuando apenas teníamos quince
años, desde entonces siempre hemos estado juntos. Me complementa, me mejora. Es
única. Siempre me hace reír, y... que queréis que os diga, despertarse cada
mañana a su lado es un regalo. Pienso, que ya he recibido muchas cosas en esta
vida, por eso ahora, no tengo miedo.
Es posiblemente nuestra última noche,
quiero que sea algo especial, bueno, con ella siempre es especial. Mientras
cenamos, se mancha la barbilla con la salsa, yo como un buen chico, me ofrezco
a limpiarlo, y me quedo embobado, con mi mano sobre su cara, los ojos como
platos. Es tan perfecta, sus ojos tienen tanta vida... creo que en parte eso me
ha hecho luchar, siempre ha tenido esa fuerza y lo más importante, la ha
compartido conmigo.
Le propongo ir al dormitorio, quiero
dormir mi última noche, mis últimas horas, a su lado. Pronto se duerme. Paso
unas cuatro horas observando cómo respiraba acompasadamente, viendo como sus
anhelos se hacían realidad en sus sueños. Era sin duda, lo mejor de mi vida. Me
levanté. Coloqué su pelo tras su oreja, le di un beso en la mejilla, la miré
por última vez, mientras una lágrima recorría mi mejilla al cerrar la puerta de
la habitación.
Continuará...
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