sábado, 27 de abril de 2013

Tan sólo tres pasos II

Aquí está la segunda parte de la entrada que publiqué hace una semana.



Cogí un abrigo y salí a pasear, quería oler la ciudad una vez antes de despedirme para siempre. Luego me senté en un parque y escribí, lloré, escribí y volví a llorar. A continuación volví a casa y me acosté junto a ella no sin antes esconder mi escrito dentro de su diario que guardaba en la mesita de noche. Al día siguiente empezaba el principio del fin.

Me han dado tres meses, sólo tres meses. Y acaba de empezar la cuenta atrás, apenas tengo esperanzas, y una es ella. Noto que mi vida se apaga, gota a gota, segundo a segundo. Pero ella sigue ahí, no es capaz de despegarse de mi lado. La quiero más de lo que quiero admitir y es por eso que le pido que haga su vida, que disfrute. Pero no me escucha, simplemente se cierra en banda.
De repente, un pitido alerta a la planta de enfermeras. Todo el mundo se mueve como movidos por una canción muda, simplemente un segundo y todo cambia. Deciden hacerme pruebas, las cosas no van bien. Llevo tan solo dos sesiones de quimioterapia, aunque no me sirve de nada, quizás el final ya está muy cerca, más de lo que espero.
Una luz, una simple luz. Lo siento, y necesito aferrar su mano. Saber que ella siente que estoy consciente y que me quiero despedir. Todo fue muy rápido y muy tranquilo, más de lo que me esperaba. Y, antes de que darme cuenta, todo ha pasado. Pero me fui sonriendo, estoy feliz porque el mundo me había dejado disfrutar unos años de una de las personas más maravillosas  del mundo.
Ya había pasado todo, por fin regresaba a casa. Necesitaba depositar todas aquellas emociones en algún sitio, su diario. Lo abrió y allí, había un sobre, dentro de él, unos papeles cuidadosamente doblados. Eran de él, explicaba todo, ahora entendía tantas cosas que habían pasado estos meses. La última de sus frases le hizo esbozar una sonrisas, rezaba así: “Tú, y nada más, tú y todo lo demás. Has sido mi mundo, disfruta. Te quiero”  
Estrechó entre sus brazos aquellos papeles, eran su esencia, no podía dejar de llorar, sobre la cama, sobre aquella cama...

Fin

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